La Ciudad Condal se despierta con el Santo Padre y la juventud demuestra que lo siente más cerca que nunca
Las campanas repiqueteando y los gritos madrugadores de «Viva el Papa», en castellano y en catalán, nos despiertan este domingo en Barcelona. La Ciudad Condal bulle a primera hora aguardando las colas de entrada al templo obra de Antonio Gaudí e icono de referencia de la urbe en todo el mundo, aunque sus habitantes parecían tener claro que aquí no se agolparían ni apiñarían en una fila única. Las dimensiones del templo han provocado que la organización divida su perímetro cuadricular en seis zonas, una por cada calle de acceso confluente.
Distribuyen chapas de colores con el edificio radiografiado y reparten banderas de Cataluña. También las televisiones y otras entidades han hecho lo propio, mientras algunos han recurrido a las blancas y amarillas del Vaticano. La disposición a que «esto salga bien» es impepinable por parte de los 2.000 voluntarios (cuatro veces más que en Santiago) y de los 51.000 fieles que se han hecho con una silla, y los cientos de miles que se reparten por todas las inmediaciones a este centro de Barcelona.
La de la calle Valencia y fachada de la Pasión es la zona naranja. En primera fila privilegiada se sientan Teresa Benavent y Carmen Reategui. La primera estuvo justo ayer en Reudoms, la patria chica de Gaudí, pero ella viene «por el Papa», deja claro. Reategui, peruana de nacimiento y residente en Barcelona en los últimos 25 años, contrapregunta: «¿Pero al Papa hay que pedirle algo?». No está mal como reflexión, puesto que ella lo ve como «mediador de Cristo, al que le invoco por la tranquilidad de todos nosotros» y por “la unidad”, añade en la calle Marina la italiana Lecia Ricardo, que admira profundamente a este Papa intelectual y pensador. Reategui considera que hay muchos compatriotas que siguen a Su Santidad ayer en Santiago y hoy en Barcelona porque en países humildes como el suyo se confía en el Apóstol Pedro en la Tierra para que contribuya a la solución de sus problemas. “Porque el Papa tiene que estar con los pobres”, agrega.
De hecho, ése es uno de los motivos que han traído al Pontífice hasta la obra culmen del arquitecto Antonio Gaudí. Quiere dedicar el templo (el término exacto no es consagrar) a Dios para convertirla en la “casa de la Iglesia”, rebautizarla en Basílica y que se dedique al culto litúrgico, con celebración eucarística, para ricos y pobres, para catalanes y venidos de fuera. Esta casa de Gaudí y, desde hoy, de todos los acogerá.
También en este hito espiritual ha abundado monseñor Lluís Martínez Sistach, el arzobispo de Barcelona, en su bienvenida al Santo Padre al comenzar la misa temprana de este domingo histórico para la ciudad.
Es increíble cómo “Barcelona ha amanecido católica”, nos recuerda el pueblo, algo que siempre ha sido -reivindican algunos-, pero cuyas voces críticas han hecho “demasiado ruido”. Es de esta opinión Conchita Berjano, que como docente acompaña hoy a varios jóvenes de entre 14 y 16 años que estudian en el Colegio “La Vall”, entre otros. Berjano se pone profunda ante el acontecimiento de hoy y confía en que no se dé más voz a los que entorpecen la fe de la que merecen. También reivindica la verdad sobre los reglamentos y las normativas, aludiendo a los “permisos” que debe solicitar para llevar incluso a los niños al parque, y después “se les permite abortar sin consentimiento paterno o se les da preservativos sin ninguna educación sexual anterior”.
Marta Ivars, médico de profesión, está con este grupo que se ha desplazado desde las 6 de la mañana para gritarle al Papa, como están haciendo al paso del “papamóvil” al templo-casi basílica en estos momentos, que “la juventud está contigo”.
Las contramanifestaciones
“Hemos venido para decirle que los jóvenes catalanes somos católicos y estamos con él. Ayer acudimos al evento creado en Facebook en la Plaza Cataluña y todo fue una fiesta”, dice. A esta flash-mob convocada por redes sociales estaban apuntadas en principio 300 personas, y luego, confiesan, se sumaron familias enteras, muchos padres y sus bebés, y “llegamos a bailar una coreografía que se había improvisado a través de un vídeo”. Nada era poco para saludar al Papa que estaba aterrizando en esos instantes en El Prat y al que aguardaban las autoridades catalanas encabezadas por el “president” José Montilla.
Pese a la ilusión espontánea con que se vivió este acto, “las cámaras de vídeo prefirieron sacar primeros planos de la contramanifestación”, se queja Conchita y secundan las niñas como Elena Ortiz. ¿Se les ha dado demasiado bombo a aquellos que en Santiago y en Cataluña gritaron cosas como “viaje Papal, Estado policial”? Los preguntados en todo el derredor de la Sagrada Familia prefieren contestar con unos coros: “Benedicto, la Juventud está contigo” y “Que bote Barcelona”. Así repelen cualquier intento de “coacción” mínima a su catolicidad libre.
Personas como Marta, Lecia, las Hermanas Patricia y Yolanda de la orden de Lumen Dei, de la calle Xuclá de Barcelona, coinciden en apuntar a que este viaje a España va a “humanizar” a un Papa que se presiente lejano y tímido, cuando está “construyendo en la sombra un movimiento en torno a la juventud, como ha demostrado promoviendo la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid”, que tendrá lugar en agosto del próximo año, indaga Ivars. “Quizás Juan Pablo II tuviese más carisma y facilidad comunicativa. Benedicto XVI tiene las razones”, agregan al tiempo Berjano y sus chicas. Razones que necesitamos en nuestro tiempo, convulso, como lamentan muchos de los catalanes apoltronados en la valla y que alzan la mano ante cada gesto del Papa, incluso aunque solo asome a través de las 33 pantallas gigantes habilitadas en este perímetro más cercado que nunca.
Barcelona reflexiona al paso del Pontífice
Detectamos entre los ciudadanos congregados hoy más pensamiento, más análisis sociológico y religioso, más desmenuzamiento de una realidad que está tomando un “camino” que no gusta. No se acordona la fe y en las inmediaciones de la calle Marina bullen María y sus amigos gritando al Papa bávaro que le esperan en Madrid, una cita que se adivina este fin de semana como el auténtico faro en la espiritualidad de los jóvenes.
ABC España / Érika Montañés / Barcelona
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