sábado, 7 de julio de 2012

¿Se puede barrer la monotonía de nuestra cotidianidad?

Una reflexión desde el punto de vista cultural

Autor: Michelle Deniesse Lugo Navas
Universidad Simón Bolívar. Venezuela @michdeniesse

Despertar. Asearse. Desayunar. Soportar horas de tráfico para llegar al trabajo. Trabajar. Almorzar. Volver al trabajo. De nuevo horas de tráfico. Llegar a casa. Cenar. Distraerse un poco. Dormir.

Éste conjunto de acciones conforma el día a día de un venezolano promedio. No está tan mal. Tampoco tan bien. Lo cierto en todo esto es que nuestra sociedad se encuentra sumida en una monotonía que parece irremediable, tal vez debido a ritmo de vida tan agitado que traemos desde hace ya algunos años que no nos deja tiempo de pensar en algo más, o tal vez no. Y con “monotonía” no me refiero al hecho de diariamente llevar a cabo las acciones ya antes mencionadas, pues se supone que es lo que un adulto hace, el real problema aquí es que, al parecer, los individuos que conformamos esta sociedad ya no esperamos nada más de ese día a día y pronosticar el mañana es simplemente esperar los mismos titulares en periódicos y noticieros, buscar reírse de los mismos chistes de ayer y el día antes, tener un día más para adecuarnos a nuestra decadente realidad. Es esa la real monotonía.

Tomando la situación desde un punto de vista más amplio, geográficamente hablando, podemos notar que los venezolanos no somos los únicos inmersos en este problema ya que, indudablemente, desde México hasta La Patagonia los problemas económicos, políticos y sociales de América Latina son los mismos. Analizando un poco desde el punto de vista cultural me permito citar al intelectual Arturo Uslar Pietri cuando éste deja bien claro que la América Latina está formada por un inmenso mestizaje, no solo genético sino cultural, idealista, emotivo y psicológico, y es allí en ese mismo mestizaje en el que se encuentra el núcleo del comportamiento del latino en la actualidad. No cabe duda de que heredamos de los blancos, negros e indios rasgos tanto positivos como negativos que yacen arraigados nuestra cultura, pero son precisamente los negativos los que nos han llevado a terminar atrapados en este círculo vicioso de problemas político-sociales, que a largo plazo han ido desgastando nuestras sociedades, evidenciado en nuestro más próximo ejemplo: el venezolano, quien ya no es el mismo de hace unos años atrás.

Sin embargo, no importa lo fijados que estén esos rasgos negativos en nuestra cultura, aun así Venezuela es un país hermoso y de abundantes riquezas que puede mirar hacia adelante. Como el mismo Rómulo Gallegos lo ilustró en su espectacular obra “Doña Bárbara, hasta el pueblo más censurado por la barbarie tiene la capacidad de mirar hacia un porvenir civilizado.

Se puede pensar que ya que lo negativo, por el simple hecho de existir desde la colonia, es parte de nosotros, y no hay nada que se pueda cambiar; ¿pero qué pasa con las ganas de algunos de vivir en una mejor sociedad? Pues esas ganas y esa disposición son suficientes para tomar como ejemplo tanto lo bueno como lo malo y avanzar hacia esa sociedad soñada y querida. De hecho el mismo Ernesto Sábato lo propone cuando establece que todos debemos conocer las virtudes y debilidades de nuestras naciones, para convertir la historia en profesora y, asimismo, protectora de los intereses y el bienestar de la sociedad.

Para todos aquellos que todavía tenemos ganas de inventarnos un mejor mañana tenemos una solución, la misma propuesta por Ernesto Sábato, que es una nueva educación, que no busque derrumbar la ya antes existente pues crearía un caos cultural enorme, sino que la oriente a explotar lo mejor de nosotros para así hallar la óptima sociedad que todos buscamos. Citando al autor José Ignacio Cabrujas en la última línea de su obra “Confuso”, “¿no ha llegado la hora de sorprender?”, precisamente éste es el momento en el que debemos sorprender y hacer despertar a una sociedad adormecida, vuelta cómplice de los problemas y ahogada en ellos, y en esta monotonía, que efectivamente puede barrerse de nuestra cotidianidad.